martes, 21 de diciembre de 2010

Carta a los reyes magos.

Queridos reyes magos:
Este año mi comportamiento ha sido inmejorable y ,por eso, quiero un regalo muy peligroso y un milagro.

Con mi regalo, mi madre podrá dormir tranquila cuando salgo de fiesta porque me defenderá cada vez que sea necesario.
Además, mi regalo lo podré conservar eternamente ya que,cuando se muera, podré utilizar su piel como abrigo o alfombra...(aunque espero que ese día no llegue nunca).Y,como no tengo coche(por ahora), me vendrá bien un medio de transporte que me lleve a donde yo quiera.
Estoy seguro de que con él me sentiré como una auténtica reina puesto que él es el rey, respetado por todos y temido por muchos.
Queridos reyes magos, lo que deseo este año es un león.

PD: Respecto al milagro, estaría bien conseguir aprobar inglés. Ya sabéis que no es lo mío pero sería un bonito detalle por vuestra parte.

Atentamente,

Carmen de la Fuente Mariño

La princesa Theresa


Theresa  no quería ser princesa.
Su padre, el rey, gritaba y se enfurruñaba pero Theresa insistía:
- Papi, es un rollo ser princesa.
El rey se exasperaba, se enojaba y el cerebro se estrujaba buscando la solución a tan grave situación.
- Pero algo tendrás que hacer cuando seas mayor y, si no es la de princesa ¿Qué profesión te interesa?
Y, sin dudarlo un instante, Theresa respondió radiante:
- ¡Bruja, papi! Quiero ser bruja, de las de escoba y verruga.
- ¿Dónde se ha visto? – Gritaba el rey – Una princesa metida a bruja. Ni lo sueñes. ¡Qué ocurrencia! ¡Qué tontería! ¡Qué… qué… qué impertinencia!
Y, aunque el rey la envió sin dilación a la Universidad para Princesas B.B.C. (Bella Durmiente – Blancanieves – Cenicienta), Theresa – terca como una mula – no desistió en su empeño y se dedicó a asistir a aquelarres, a visitar a las brujas de los alrededores y a buscar información sobre la Gran Universidad a Distancia Baba Yaga para Brujas, en la que, finalmente, se matriculó en secreto.
Además de eso, Theresa se negó a vestir los vaporosos, incómodos y cursis vestidos que llevaban sus compañeras princesitas y usaba siempre ropajes negros (morados si le apetecía algo de colorido). En lugar de zapatitos de cristal, usaba unas enormes y cómodas botas. Y cambió la delicada y diminuta coronita por un enorme, sombrío y puntiagudo sombrero negro.
Ya puedes imaginarte que, yendo de esta guisa, la princesa destacaba entre sus “delicadas y elegantes” compañeras como una… como una… bueno, como una enorme verruga en un hermoso y terso rostro.
Su padre, el rey, se desesperaba cuando leía los informes que le enviaban desde la Universidad. Su hija, como princesa - le escribía la rectora -,  era un auténtico desastre. Iba mal en vestuario, iba mal en protocolo, fatal en sumisión y dulzura, un horror en canto, algo mejor en el trato con animales (aunque lamentablemente se entendiera mejor con gatos, murciélagos y sapos que con conejitos, pajaritos y ardillitas) y, en pérdida de zapatos de cristal Theresa resultó una auténtica calamidad. Ni  perder una humilde zapatilla de felpa sabía.
La princesa, continuaba la buena señora, era una inútil en maquillaje y una atrocidad haciendo encajes. No había forma de enseñarle modestia y recato. Se negaba a callar y siempre tenía que mostrar su desacuerdo con aquello que no le gustaba. No mostraba ningún interés en cómo llevar un castillo y prefería las discusiones sobre política antes que el amable intercambio de exquisitas recetas.. En fin, seguía la rectora, la princesa Theresa no mostraba ni un ápice de la feminidad, la gracia y el encanto que toda princesa debería poseer.
Su padre, desesperado, la hizo volver al reino por ver si encontraba la manera de encauzar a su hija por el buen camino.
Primero le presentó a un príncipe… y Theresa lo transformó en sapo.
Le presentó un segundo príncipe... y la princesa lo transformó en filósofo.
La encerró en una mazmorra… y se escapó por la ventana tras robarle la escoba al carcelero.
Pensó su Majestad en darle a comer una manzana envenenada pero, tras pensarlo un instante,  le pareció una burrada.
Pensó, también, en conseguir que un hada la durmiera durante un siglo pero tener un reino parado durante tanto tiempo le pareció poco productivo.
Alguien le sugirió que buscara un dragón que la secuestrara y luego un príncipe que la rescatara. Esa idea también fue desechada: los dragones escaseaban y los príncipes se habían puesto insufribles con eso del ecologismo.
Otro alguien le insinuó que, quizás, la princesa necesitaba la mano dura de una madrastra malvada. Curiosamente este alguien acabó pasando unas largas vacaciones en las mazmorras gracias a la “amabilidad” de su Majestad la Reina.
El rey, pobrecito, intentó de todo para hacerla entrar en razón pero Theresa, estaba claro, no quería ser princesa
Y tras mucho pelear y discutir.  Tras portazos y porrazos.
Tras días y semanas de tiras y aflojas; de castigos y lágrimas; de pataletas y rabietas. Después de todo eso, finalmente, el rey se rindió. Dialogó. Negoció.
Y, finalmente, se decidió: Theresa no sería princesa. O, al menos, no sería una princesa como todas las princesas.
El rey lo aceptó o, más bien, se resignó y, al final, hasta se alegró. Al menos no tendría que dar su corona al tonto solemne del Príncipe Encantador, su sobrino.
Theresa seguiría los pasos de las malvadas reinas hechiceras… sería independiente, sería inteligente, sería elegante,y haría rabiar a las princesas sosas.
No sabemos si Theresa fue feliz para siempre pero lo que sí sabemos es que siempre, siempre,  hizo lo que quiso.
Fin

jueves, 16 de diciembre de 2010

¿La verdadera esencia de la escuela?

Los primeros años de la escuela estuvieron marcados por la autoridad que ejercían los maestros sobre los alumnos. La palabra del maestro era irrevocable y todos los alumnos le guardaban un gran respeto, e incluso miedo.
Años después, a la vista de que este sistema no funcionaba, varias personas lo criticaron,ya que era un sistema de férrea autoridad con el que los niños eran duramente castigados y presionados, y mediante el cual no aprendían ni escuchaban lo suficiente.
Se pasó entonces, del maestro autoritario al maestro amigo y los métodos eran cada vez más dinámicos y entretenidos, pero el problema siguió siendo el mismo. Esta educación seguía sin llamar la atención de los alumnos.
En ese momento, se llega a la conclusión de que lo que hay que cambiar es la base de la educación, los cimientos del edificio educativo, pero...¿cuáles son estos cimientos?
El objetivo de la educación es educar, enseñar a los niños una cultura y enseñarles a ser personas en general.
En mi opinión, ni la autoridad del maestro, ni ese profesor tan permisivo y amigo son buenos para una gran educación. Es necesario buscar un punto intermedio.
Hay que motivar al niño para que crezca su interés mediante actividades por ejemplo, al aire libre, pero no hay que perder nunca tu posición de profesor delante de los alumnos ya que deben comprender que no eres su amigo, pero a la vez deben saber que pueden contar contigo.
Creo que el profesor debe castigar cuando el alumno haga algo mal o incumpla las normas pero también debe recompensarles en la situación contraria.
Como conclusión decir que el centro de la educación, como bien decía Rousseau, es el niño. Sin niño no hay escuela, ni educación. Un profesor bueno de verdad aparate de dar el temario necesario en cada ciclo debe ponerse en el lugar del niño.El maestro debe entender los problemas de los niños, sus inquietudes y sus intereses. Un gran método para que los niños aprendan, es darles el temario vinculándolo a sus intereses.
Y, por supuesto, no hay que olvidarse de que muchas veces en cada clase aprenden más los profesores de los niños que los niños de las explicaciones del profesor.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Instrucciones para hacerse una trenza

Todo el mundo ha hecho o ha intentado hacer, alguna vez en su vida, una trenza. No es una tarea fácil, ya que requiere cierto grado de atención y de habilidad con las manos.
Para comenzar es importante desenredar bien el pelo, será más complicado según la longitud y la cantidad de pelo que la persona posea.
Una vez desenredado el pelo es necesario dividir la totalidad de éste en tres, y que estas tres partes tengan aproximadamente la misma proporción.
Las personas más virtuosas en esta técnica son capaces de realizar trenzas haciendo más divisiones e incluso de intercalar cintas y adornos en ella.
Hechas las tres divisiones ambas manos deben sujetar dichas divisiones. La primera mano sujetará dos de las tres divisiones, y en esa misma mano la primera de las divisiones será sujetada por los dedos pulgar e índice, y la segunda de las divisiones de esa primera mano será sujetada por los otros tres dedos restantes de la mano.
La otra mano sujetará la tercera de las divisiones con los dedos pulgar e índice.

A continuación, el dedo corazón de la segunda mano se lanzará rápidamente para alcanzar la división de la otra mano situada en los dedos corazón, anular y meñique, y tras cogerla deberá girar con la división que ya poseía dicha mano.
En este momento la mano primera, que ahora sólo posee una división tendrá que realizar la misma operación que hemos realizado con la segunda.

Este proceso debe ser repetido hasta que la trenza consiga alcanzar la longitud total del pelo, pero durante todo el proceso es necesario estar pendiente de tensar bien el pelo para que la trenza no quede floja .

Al finalizar la trenza es recomendable atar el final de ésta con un coletero, con el fin de evitar que se deshaga.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Leyenda urbana!

Cuenta la leyenda que en una gran ciudad llamada Madrid se disponían a celebrar unas elecciones. El dinero que poseía el ayuntamiento madrileño, recaudado de los impuestos y el turismo, era bastante elevado.
Los diversos partidos políticos no se ponían de acuerdo en su inversión y las elecciones iban a estar reñidas.

Uno de los partidos políticos creía que lo mejor sería incrementar la seguridad del metro ya que sin ir más lejos, el hijo del máximo representante de dicho partido había muerto años atrás al ser arrollado por uno de los trenes.
Por otro lado, otro de los partidos políticos apostaba por invertir más dinero en la educación ya que el rendimiento escolar en los centros había disminuido considerablemente ese año.
Llegaron por fin las ansiadas elecciones y tuvieron una alta participación. Pero uno de los candidatos no acudió a votar lo que levantó la curiosidad de la prensa que fue a buscarle a casa. Allí un niño abrío la puerta y dijo a los medios de comunicación que su padre se encontraba enfermo.

 La madre del niño al ver la retransmisión del vídeo por la televisión cayó desmayada. Su hijo había muerto hace años en las vías del tren.

Leyenda!(corregida)

En un pequeño pueblo cerca de la frontera con Portugal los vecinos se preparaban para celebrar unas elecciones. Puede resultar un poco absurdo, porque sólo eran diez habitantes, pero decidieron realizarlas ya que no se ponían de acuerdo sobre en qué gastar el dinero que tenían ahorrado.

Uno de los vecinos pretendía gastar el dinero construyendo nuevas carreteras de acceso al pueblo porque su hija murió atropellada por una mala señalización, y quería evitar nuevos accidentes.
Otro vecino ,sin embargo, pensaba que lo mejor sería invertir en la construcción de un colegio, así además conseguirían nuevos vecinos en la localidad y un aumento del turismo.
Pues bien como no daba nadie su brazo a torcer, quedaron en celebrar las votaciones el día de reyes.

Al llegar el seis de enero, nueve de los diez vecinos acudieron puntuales a la cita electoral. Todos extrañados por la ausencia del décimo vecino fueron a buscarle a su casa.

 Al llegar allí , llamaron al timbre. Una niña les abrió la puerta y les dijo que su padre se encontraba enfermo y que, por eso, no había acudido a votar.
En ese momento una de las mujeres se desmayó, y cuando recuperó la consciencia les dijo a los demás vecinos que la niña que había abierto la puerta era su hija , la que había muerto años atrás en el accidente de tráfico.